El Empleado

7.27.2007

Ocho: Frío



Las manos se movían en el teclado. Dos arañas hambrientas de esas pequeñas moscas negras y cuadradas. Verborragía en esos dedos torpes y gordos. Se le niega el talento sin ánimos de alzar reclamos ni mendigar halagos. Los escritores son gente estúpida. Egocéntricos, onanistas, de fétidas palabras. No quisiera tener este ruido en la masa craneal. Quizás sean ecos. Quizás estas metáforas sean mierda. Quizás nada.

Conozco pequeños genios. Creo entender entonces porque amo tanto el silencio. Los objetos hablan en silencio. Ser ciego debe ser de idiotas. ¿La oscuridad serán grillos? Estupideces. Los besos ahora son fríos. Te has convertido en un gran ilusionista. Excéptico.

Lo que hace uno por callar estas voces. El pensamiento pesa. Es denso, agota. Es pesado. Me gustaría escupir este cáncer. No estoy alegre de estas palabras. Quisiera no tenerlas más, pero vuelven de a miles, como las estupideces y los muertos. Como un ejército invencible. Grito al silencio, lo reclamos a gritos. Quizás grite porque no quiero escuchar. No quiero escuchar. No quiero. No.

Prender un cigarrillo. Tomar un vaso de vino. Leer. Coger. Placeres que ya no disfruto.